Caída del Muro de Berlín: 9 de noviembre de 1989

"¡Somos un solo pueblo!" -


Pero, ¿quiénes somos "nosotros" dentro del pueblo? 

Multitud en la Puerta de Brandemburgo durante las celebraciones por la caída del Muro de Berlín, rodeada de pintadas y luces.
Grupo de jóvenes en ropa de trabajo, posando con herramientas al aire libre, delante de un edificio residencial.

"Somos un solo pueblo", un grito que simbolizaba la libertad y la esperanza hace 35 años. Pero, ¿quién podía encontrarse realmente en este "nosotros"? ¿Quién tenía motivos para alegrarse de la reunificación? ¿Y quién pasó, literalmente de la noche a la mañana, de "indispensable" a invisible?

En los años 60, la escasez de mano de obra cualificada en la RDA -provocada también por la emigración de muchas personas a Alemania Occidental- dio lugar a acuerdos con varios de los llamados Estados hermanos. Entre 1967 y 1986 se pusieron en marcha programas de trabajo y formación que trajeron a Alemania Oriental emigrantes de países como Argelia, Angola, China, Cuba, Mongolia, Mozambique, Polonia, Hungría y Vietnam. En el momento de la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, había más de 192.000 extranjeros en la RDA. Sin embargo, aún no se ha investigado de forma concluyente el número exacto de los llamados trabajadores contratados.

Nuevas incertidumbres y amenazas existenciales

Para las comunidades migrantes e inmigradas, especialmente los trabajadores contratados, la caída del Muro no significó libertad, sino nuevas inseguridades y amenazas existenciales. Ya habían estado expuestos a la violencia racista y a la discriminación antes de la reunificación, pero tras la caída del Muro, este racismo no sólo continuó, sino que en muchos lugares se hizo aún más visible y brutal. Pogromos como los de Hoyerswerda o Rostock-Lichtenhagen Los sucesos de los últimos años les hicieron salir a la luz pública y pusieron de relieve la naturaleza violenta de un racismo profundamente arraigado que seguía etiquetando a estas personas como "los otros". Su vida cotidiana se caracterizaba por las agresiones verbales y físicas. Se les negaban servicios y, en la percepción de muchos, no eran colegas ni vecinos, sino cuerpos extraños y competidores. Sus historias, sus experiencias, sus aportaciones a la RDA eran ignoradas, su existencia invisibilizada en la memoria pública. 

Los trabajadores contratados sufrieron una exclusión sistemática, que se intensificó tras la reunificación. Fueron de los primeros en perder su empleo cuando se cerraron o reestructuraron empresas. Con la pérdida de sus empleos, a menudo desaparecía también la base de su alojamiento, ya que los albergues estaban vinculados a contratos laborales. A muchos se les presionó para que regresaran a sus países de origen, a veces bajo amenazas y a veces "edulcorados" con una indemnización por despido de 3.000 marcos.

 

Deportación y falta de justicia

 

Las deportaciones comenzaron en diciembre de 1990. La mayoría de los aproximadamente 90.000 trabajadores contratados perdieron sus empleos y tuvieron que regresar a sus países de origen. Pero el regreso a menudo no significaba ninguna mejora en sus condiciones de vida. Así, David Macaoun trabajador contratado que tuvo que regresar a Mozambique, informó. Oficialmente, los trabajadores contratados debían recibir parte de su salario directamente y otra parte a su regreso. Sin embargo, a menudo no se cumplía este acuerdo. En muchos casos, la RDA retenía los salarios para pagar las deudas de Mozambique, o el gobierno mozambiqueño no pagaba el dinero en su totalidad. Durante muchos años, los antiguos trabajadores contratados de Maputo han protestado para luchar por su derecho al pago de sus salarios y otros derechos, como sus reservas, que siguen pendientes hoy en día. El término "Madgermanes" hace referencia a los "alemanes locos" y al "Made in Germany". Los activistas calculan que los antiguos emigrantes laborales de la RDA aún tienen derecho al equivalente de más de 600 millones de euros.

 

Quedarse no es más fácil

 

Los que permanecieron en Alemania se enfrentaron a enormes retos. Aunque se les concedieron algunos derechos durante el periodo de transición, en la práctica tuvieron que luchar durante años por la seguridad social y un estatuto de residencia permanente. Estaban estructuralmente en desventaja, y los ataques racistas de principios de los 90 agravaron aún más su situación. Hubo que esperar hasta 1997 para que los antiguos trabajadores contratados obtuvieran el mismo estatuto jurídico que los inmigrantes laborales de Alemania Occidental. Una vez aclarado su estatuto de residencia, por fin pudieron establecerse en Alemania a largo plazo y contribuir a dar forma a ciudades, culturas y comunidades.

La historia hecha invisible

Las historias y los rostros de los trabajadores contratados se hicieron invisibles al excluirlos del "nosotros" del pueblo y deportarlos. Ya es hora de reconocer esta invisibilización y de cuestionarnos de nuevo cada noviembre a quién y a qué nos referimos cuando decimos: "Somos un solo pueblo".  

Un ejemplo impresionante es el Informe diario de Paulino Miguel, un trabajador contratado de Mozambique. Su informe describe vívidamente sus experiencias antes, durante y después de la caída del Muro de Berlín y ofrece una visión crítica de la realidad de la vida en aquella época.

Manifestantes con puños en alto y pancartas en un entorno urbano, en blanco y negro.

¿Le interesa el tema? Aquí tiene dos recomendaciones

Portada del libro con el título "ERINNERN STÖREN", que incluye el subtítulo "Der Mauerfall aus migrantischer und jüdischer Perspe...

La caída del Muro de Berlín hace 30 años marcó un violento punto de inflexión para la vida de los inmigrantes y los judíos en el Este y el Oeste. El libro contiene relatos de las luchas por los derechos civiles y el asilo de antiguos trabajadores invitados, de refugiados en la RFA y la RDA, aportaciones sobre la obstinación de los trabajadores contratados, de los estudiantes internacionales de la época, sobre la vida judía en el Este y el Oeste y sobre las luchas de los sinti y los romaníes en la Alemania dividida.

Dos personas miran por una ventana mientras sobre ellas aparece el texto "BRUDERLAND IST ABGEBRANNT".

El documental Brotherland ha ardido retrata la realidad de la vida de los trabajadores vietnamitas contratados tras la caída del Muro de Berlín. La directora Angelika Nguyen sigue la vida de dos personas que deciden espontáneamente abandonar juntas Berlín. Sin teléfono móvil ni mapa, parten hacia Valaquia en un Lada robado. En el proceso, capta el racismo cotidiano y sistémico que les acompaña.