El zoo humano de Treptower Park

Un capítulo olvidado de la historia de Berlín

Si has visto nuestro vídeo en Instagram Page ya sabes que en Karpfenteich, un estanque en la región de Alt-Treptow. Se encuentra justo detrás del monumento soviético más grande de Berlín.

Alrededor de este estanque hay carteles que prohíben pescar y bañarse. Pero lo que falta es un cartel que recuerde lo que ocurrió aquí en el verano de 1896. Pocas personas conocen la inquietante historia de este lugar, y aún menos reconocen el sufrimiento padecido por quienes una vez fueron exhibidos aquí como piezas de museo.

Primera Exposición Colonial Alemana de 1896

Entre el 1 de mayo y el 15 de octubre de 1896 se celebró en un terreno cercano a este lago una sección de la Primera Exposición Colonial Alemana, que no era una exposición ordinaria de arte, cultura o avances tecnológicos. En su lugar, 106 mujeres, niños y hombres negros de las entonces colonias africanas de Alemania fueron expuestos al público alemán como herramientas para conseguir más apoyo para la expansión colonial del Imperio Alemán.

Estos individuos fueron alojados en poblados improvisados, que iban desde chozas de barro con techo de paja en una llamada "Aldea Togo" hasta casas sobre pilotes adornadas con calaveras. Esta supuesta exposición no era, en términos absolutamente crudos, más que un "zoo humano".

Espectáculo y explotación

Durante 50 Pfenning, las familias y grupos escolares alemanes podían pasear y mirar boquiabiertos a los niños, mujeres y hombres negros, que debían montar un espectáculo, posar para las fotos y ni siquiera se les permitía comer en paz. Incluso se esperaba que los artesanos nativos realizaran trabajos como fabricar cerámica o tejer alfombras en estas aldeas improvisadas. Para aumentar el espectáculo, se organizaron incluso "juegos de guerra" entre suajili y masai.

Más de dos millones de personas visitaron la exposición, que se consolidó como uno de los mayores y más concurridos espectáculos de la Alemania de la época. Pero, ¿a qué precio?

Explotación y desigualdad

A pesar de verse obligados a esta humillante exhibición, los "participantes" recibían un salario ínfimo: no más de 20 marcos alemanes al mes. En comparación, los guías de las exposiciones ganaban 10 marcos alemanes al día. El desequilibrio de poder era asombroso y la injusticia evidente.

Muchas de las personas traídas de África no sabían lo que les esperaba en Berlín. A la mayoría se les había hecho creer que formarían parte de un intercambio cultural o se les reclutó con falsos pretextos. Algunos incluso pagaron su viaje a Berlín, sin saber que serían exhibidos como parte de este degradante espectáculo colonial.

Pseudociencia y estudios raciales

Por si la humillación pública no fuera suficiente, la exposición también se convirtió en una vía para la pseudociencia racial. Durante el evento, el Dr. Felix von Luschan, un reputado médico y etnógrafo de la época, realizó estudios médicos invasivos a los participantes en la exposición. Bajo el pretexto de la fotografía, von Luschan tomó medidas faciales en un intento de clasificar "científicamente" la raza. Muchos de los participantes se resistieron, sabiendo que no se trataba de mera documentación, sino de algo mucho más siniestro.

Más tarde, el Dr. von Luschan se haría tristemente célebre por desarrollar una tabla del color de la piel, una herramienta racista que acabaría utilizándose en los estudios raciales realizados en la Alemania nazi.

Un ejemplo de cómo eran los zoológicos humanos
Hombre de pie delante de una jaula con dos monos, uno sentado y el otro mirando desde arriba.

El destino de los participantes

Al finalizar la exposición, tres participantes murieron. La mayoría de los demás regresaron a las colonias alemanas, con sus vidas cambiadas para siempre por esta experiencia deshumanizadora. Sin embargo, la práctica de los "zoológicos humanos" continuó en Alemania y otros países europeos durante años.

Una de las figuras clave en la perpetuación de estas llamadas "exhibiciones" fue Carl Hagenbeck, un hombre de negocios que convirtió los "zoológicos humanos" en una empresa comercial. A día de hoy, su nombre adorna el zoo de Hamburgo, un inquietante recordatorio del pasado colonial de Alemania.

Los que se quedaron: La historia de Quane Martin Dibobe

De los 106 africanos expuestos en la muestra de 1896, unos 20 decidieron quedarse en Alemania. Uno de ellos fue Quane Martin Dibobe, de Camerún. A pesar de las circunstancias degradantes a las que se enfrentaba, Dibobe consiguió labrarse una vida en Alemania. Terminó con éxito un aprendizaje como cerrajero y, finalmente, se convirtió en el primer conductor de tren negro de Berlín para BVG, la empresa de transporte público de la ciudad. Su historia es un testimonio de resistencia frente al racismo y la explotación.

La cultura del recuerdo en Berlín y sus carencias

Berlín suele enorgullecerse de su cultura del recuerdo, pero este oscuro capítulo de su historia permaneció oculto hasta la década de 2020. E incluso entonces, no fue a través del reconocimiento institucional, sino gracias a los incesantes esfuerzos de activistas y organizaciones negras, que esta historia salió finalmente a la luz.

Una iniciativa clave para descubrir esta historia fue la exposición Miró hacia atrás en el Museo Treptow. La exposición cuenta con una sala entera dedicada a la información biográfica de la mayoría de los participantes en el zoo humano de 1896. Sus historias, sus luchas y su resistencia quedan al descubierto, ofreciendo una visión de las profundas heridas infligidas por el pasado colonial de Alemania.

Aprender y recordar

En lugares como Karpfenteich, donde se hizo y se olvidó la historia, debemos preguntarnos: ¿cómo podemos asegurarnos de que estas historias no se borren? ¿Cómo podemos asegurarnos de que las personas que sufrieron aquí sean recordadas no sólo como parte de un pasado trágico, sino como personas cuyas experiencias siguen dando forma a las conversaciones sobre raza, colonialismo y memoria en la actualidad?

Para saber más sobre la historia colonial de Alemania, considere la posibilidad de unirse a un recorrido a pie por el Barrio Africano, que se celebra todos los fines de semana. Comprender este pasado no es sólo un ejercicio de historia: es un paso crucial para reconocer y abordar los efectos duraderos del colonialismo y el racismo.

La historia no es sólo pasado, sino también presente y futuro. Asegurémonos de recordarla como es debido.